Ciencia y Tecnología
Ciencia y tecnología
Pero se trata de empeños diferentes con objetivos distintos, y mezclarlos conceptualmente tiene consecuencias que pueden ser graves. Porque si en la tecnología entra, por definición, la economía y por tanto la política, en ciencia no es así. Un chiste de ingenieros dice que a la pregunta ‘¿Esto se puede hacer?’ la respuesta siempre es: ‘Depende del presupuesto’, porque en cualquier ámbito tecnológico la clave para la toma de decisiones es la rentabilidad y el acceso a los recursos. En muchas ocasiones las discusiones sobre temas de tecnología no analizan la posibilidad de hacer algo, sino si la solución elegida es la mas conveniente, económica, interesante, rentable: no se discute si es o no posible, sino la conveniencia de hacerlo. No es una decisión sobre hechos, sino sobre política, y así es como debe ser.
El problema surge cuando las cuestiones políticas saltan desde las tecnologías a las ciencias y se intenta doblegar el conocimiento para adaptarlo a las necesidades de la conveniencia social. Se puede (se debe) discutir cuál es la mejor manera de poner límites al cambio climático, si una determinada decisión política será suficiente, o si no habrá otras tecnologías que puedan resolver el problema de modo más económico, ya que hablamos de una cuestión tecnológica (cambiar la realidad). Lo que no es razonable es negar la existencia del calentamiento global medido por la ciencia (describir la realidad). Es posible analizar si los actuales calendarios y sistemas de vacunación son los más eficientes para mantener a raya a las enfermedades contagiosas, pero para ello es absurdo afirmar que las vacunas tienen efectos secundarios que no se han descrito. La decisión política de usar o no usar Organismos Modificados Genéticamente para mejorar el rendimiento de la agricultura debe ser discutida en público para determinar si es la más conveniente o qué sacrificios y de quién estamos dispuestos a hacer para emplearla o no, pero sin usar en la discusión acusaciones infundadas y hechos falsos. La tecnología y en especial sus componentes económico y político siempre puede, y deben, discutirse con pasión, porque todas las decisiones de actuar sobre la naturaleza tienen costes además de beneficios y contrapesarlos es derecho y deber de una sociedad libre.
Lo que no quiere decir que los hechos, los datos, los conocimientos de la ciencia sobre el funcionamiento del universo sean maleables: la ciencia no cambia porque sus resultados sean inconvenientes para una postura política u otra. El planeta se calentará o no; las vacunas causarán autismo o no, y los OMGs serán dañinos o no, y a esa pregunta debe contestar la ciencia y su respuesta debe ser respetada. Después la tecnología determinará si podemos hacer algo para reducir las emisiones de CO2 y cómo, si es mejor vacunar a una edad u otra o si el mejor modo de acabar de una vez con el hambre en el mundo es usar OMGs o no, y la política asignar recursos económicos a la decisión que la sociedad tome. Pero partiendo de una descripción lo más certera posible de la realidad, es decir, de la mejor ciencia disponible. Porque si permitimos que la ideología o la rentabilidad determinen los hechos a partir de los cuales tomamos decisiones nos estaremos haciendo trampas al solitario, que es el modo más estúpido de autoengañarse que existe. Si confundimos la ciencia con la tecnología y ésta con la política no sólo nos irá mal en el futuro, sino que nos habremos merecido que nos pase.
Sobre el autor: José Cervera (@Retiario) es periodista especializado en ciencia y tecnología y da clases de periodismo digital.
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